domingo, 18 de agosto de 2013

La importancia de hablar tanta “huevá”

El valor del pensamiento dialéctico y la retórica 


Hace unos días tuve de visita en casa a tres personas distintas con pasados semejantes. Dos de ellos físicamente presentes y un tercero, de manera virtual, por obra y gracia de Skype. El estío en Europa Central, por muy corto que sea, por lo general, fortalece el ánimo, enriquece el espíritu y engorda la carne. Y esta vez tampoco fue la excepción. El mejor regalo del verano 2013 ha sido el reencuentro feliz con el pasado, que aún sigue siendo presente.

La tertulia con estos tres personajes importantes en mi vida, ha servido para constatar que más allá de las diferencias político-ideológicas y religiosas, o mejor dicho, las diferentes interpretaciones de la “realidad objetiva” que cada individuo pueda elucubrar, la confianza, el cariño y el respeto son la base para construir las verdaderas amistades. La política en sus diferentes interpretaciones (Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Marx, Lenin, etc.) es un arte en función de un objetivo concreto y colectivo, pero no es la esencia de la vida. 
El ser humano no nace y vive en sociedad para “hacer política”, vive y se desarrolla para gozar del fruto de su hacer cotidiano en ese breve espacio que es su vida. Sin olvidarnos del axioma, que no es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia, lo cual presupone, la lucha diaria por alcanzar un modo de producción de la vida material que facilite el desarrollo integral de la vida social, política y espiritual en general de todos los ciudadanos.

Si el que “hace política” no se gana la confianza, el cariño y el respeto de los ciudadanos, no llegará lejos. Sí el “que hace la guerra”, no se gana en el terreno la confianza, el cariño y respeto de la tropa, difícilmente ganará grandes batallas, cuanto más, victorias pírricas.

La frustración que siente uno de mis amigos, representante fidedigno de la generación de aquellos jóvenes de la plaza de Tlatelolco o del histórico Paris del 68 con sus consignas de HO HO HO CHI MINH, LUCHAREMOS HASTA EL FIN, sin dejar de ser un sentimiento válido, se relativiza frente a todas las “pequeñas cosas” alcanzadas en esta América de color, sombría y taciturna.

La época actual es de cambios lentos y menos estrambóticos que en los años sesenta y setenta del siglo pasado. ”…Ahora – según San Lorenzo de la Montaña – la cosa es más fácil por muy difícil que la veamos. Hoy no hay que luchar contra unas Fuerzas Armadas gubernamentales asesinas, crueles y aplastantes. No hay morteros ni aviones que bombardeen...”

¿Para qué sirve hablar y escribir tanta “huevá”?, me preguntó mi otro amigo sin sarcasmo e ironía. La cuestión iba en serio.

Hoy la lucha es más de pensamiento y retórica, contestó virtualmente mi tercer amigo.

La importancia de hablar y escribir tanta “huevá”, pienso yo, radica en el valor que tiene tanto el pensamiento dialéctico como la retórica, que no es otra cosa que el arte de contarle al ciudadano aquello que cree posible realizar.

¡Por eso yo escribo tanta “huevá”!

domingo, 11 de agosto de 2013

Acerca de la relatividad de las estadísticas y los conceptos

El Salvador a escasos seis meses de las elecciones presidenciales


En El Salvador, las contradicciones socio-económicas, típicas de estados débiles y dependientes, se ven reflejadas diariamente con cruda nitidez en las calles de San Salvador y sobre todo, en la campiña cuzcatleca. En el periodo preelectoral, como es usual en la “democracia” parlamentaria, los partidos políticos en contienda suelen librar “batallas verbales” y “combates propagandísticos”. El partido de “izquierda”, Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cuyas raíces históricas están estrechamente vinculadas al movimiento guerrillero de la década de los setenta del siglo pasado, no es la excepción de la regla.

Pero no nos engañemos. El partido político FMLN, como unidad política estratégica, está más a la “derecha” de la parte más conservadora de la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU), el antecedente guerrillero del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Las siglas “FMLN” son solamente el nombre de un producto político, que por sus orígenes históricos, fácilmente podría asociarse con cambio social radical – léase revolución social – y lucha de clases. ¡Pero esto lamentablemente no es así!

El programa político del FMLN formulado en el acta de Constitución del Partido del primero de septiembre de 1992 y la Carta de Principios y Objetivos está a años luz de ser un programa político marxista revolucionario. Este hecho por sí mismo, no niega la existencia de la ideología marxista e incluso leninista en las mentes de alguno de sus dirigentes y/o militantes. Pero el todo, en la dialéctica, no es la suma de sus partes, sino que algunas veces debido a la lucha de contrarios y por cuestiones de calidad y cantidad, la supuesta suma se convierte en una sustracción dialéctica.

El FMLN y la Realpolitik

El FMLN es un partido comprometido en el esfuerzo de la Reconciliación [de clases] y la Concertación, es decir el pacto y/o negocio político para resolver de manera racional la lucha de clases[1]. En definitiva, más allá de los ditirambos lingüísticos y semánticos, la política real y pragmática del FMLN es, cuanto más, socialdemócrata. Demás está recalcar, que tanto la dirigencia, así como los militantes y simpatizantes del partido tienen el pleno derecho de optar por ese modelo político-económico. Pero, dado el pluralismo ideológico dentro del FMLN, cabe la pregunta, ¿es mayoritaria realmente la tendencia socialdemócrata? Pero este no es el foco de la crítica en este ensayo.

No obstante, si tomamos en cuenta el comportamiento político real de la dirigencia, pareciera que las máximas autoridades del actual FMLN actuaran como un conductor de ómnibus que pone la luz intermitente a la izquierda, pero gira a la derecha. El FMLN es un partido político que está más interesado en frenar la lucha de clases que en impulsarla. Y esto sí es criticable, sobre todo cuando se trata de políticos que otrora lucharon por la revolución socialista en El Salvador.

El FMLN, desde su transformación en 1992 en partido político y después de sufrir varias escisiones, depuraciones y/o purgaciones, está sujeto al cumplimiento de las reglas del juego electoral de la democracia parlamentaria capitalista, pero no solamente eso, si no que los mismos dirigentes de alto nivel están empecinados en cuidar y acentuar su nuevo perfil político-ideológico moderado, negando o renegando u ocultando su pasado marxista revolucionario.
¿Es este el precio político que tuvo que pagarse para alcanzar los acuerdos de paz en 1992? ¿Valió la pena el esfuerzo y sacrificio de una generación de jóvenes imberbes que ofrendó su vida en los frentes de guerra e hipotecó su futuro en aras de la revolución social?

¿Toma del poder o poder administrar el poder?

Después de tres intentos fallidos (1994, 1999, 2004), el FMLN logró por fin, su objetivo electoral en el año 2009 con el candidato Mauricio Funes, periodista salvadoreño, políticamente inocuo y sin filiación partidaria, defensor del modelo socialdemócrata de desarrollo de la economía [social] de mercado y admirador del ex presidente brasileño Lula da Silva. Con este triunfo electoral, la “izquierda” salvadoreña ganó por primera vez en la historia de El Salvador la Presidencia de la República, hecho que no implica la toma del poder real del Estado burgués, sino que solamente el derecho legítimo, vía sufragio universal, para administrar los tres poderes del Estado. Este período presidencial concluirá en enero del 2014. Por lo tanto, los comandos de propaganda y agitación de los partidos políticos en concurso están calentando motores y preparándose para el inicio oficial de la campaña electoral.

Según el diputado del FMLN, Roberto Lorenzana y secretario de comunicaciones del Frente, los datos estadísticos avalan la gestión administrativa del gobierno efemelenista. Principalmente en el área social, donde el FMLN ha contabilizado un “triunfo histórico”, sobre todo en el campo de la salud. A pesar del contenido triunfalista y agitador de la valoración de Lorenzana, cuatro años son un periodo corto de tiempo, como para realizar un “balance histórico” científico y ponderado. En cualquier caso, nadie puede echarle en cara a Lorenzana y al partido FMLN que haga malabares y piruetas a favor de sus intereses partidarios con cifras y pronósticos estadísticos. Los contrincantes también operan con los mismos métodos y objetivos. Así son las reglas del juego “democrático parlamentario”. En la agitación y propaganda electoral o electorera, tanto la manipulación de datos, como la demagogia y la difamación, son instrumentos legítimos del proselitismo partidista.

Roberto Lorenzana asegura que la mayor inversión económica en la historia de El Salvador, ha sido la realizada por el gobierno del FMLN en el campo de la Salud y Seguridad Social. Suponiendo que la apreciación subjetiva de Lorenzana correspondiera efectivamente con los indicadores económicos presupuestarios reales del periodo legislativo 2009-2014, habría que preguntarse: ¿Es lo máximo o lo mínimo que se puede esperar de un gobierno dizque de izquierda?

La pregunta es válida y no implica crítica alguna a la gestión de gobierno, puesto que el gobierno hace lo que puede, independientemente de la capacidad o incapacidad y corrupción de algunos funcionarios estatales. Pero el sector social, en una economía social o libre de mercado, abarca otros campos, tales como la creación de puestos de trabajo en la ciudad y en el campo, la reducción de la tasa de desempleo, la implementación de un salario mínimo nacional, la construcción de viviendas para los sectores más pobres de la sociedad, el desarrollo de una campaña general y profunda de alfabetización, así como la implementación y desarrollo de la educación estatal gratuita, el aseguramiento de la enseñanza primaria para toda la población y el fortalecimiento de la enseñanza técnica y universitaria. Además están las áreas productivas que tienen que ser fomentadas y reestructuradas para asegurar una tasa de crecimiento del producto interno bruto. Asegurar la explotación sostenida de los recursos naturales y la distribución y retribución justa del agua potable y luz eléctrica, y por último, como condición indispensable para erradicar el bacilo de la pobreza en El Salvador, una verdadera y profunda reforma agraria. Todo esto, sin olvidar que la violencia social en la sociedad salvadoreña, expresada en el crimen organizado de las maras[2], es consecuencia directa del desequilibrio socio-económico que reina en el país.

Es decir, que para evaluar ponderadamente la gestión administrativa del gobierno efemelenista en los últimos cuatro años se requiere de un análisis horizontal y vertical de la economía, y de la idiosincrasia de la sociedad salvadoreña.

Un análisis científico con tales características no solamente es posible, sino que además ya existe. Se trata del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo El Salvador 2010 (PNUD) que demuestra en blanco y negro la cruda realidad y desigualdad socio-económica de la sociedad salvadoreña. Y si este informe resultase poco para los incrédulos, allí está a disposición del público interesado, todo el material estadístico del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de los diferentes organismos de las Naciones Unidas y Organizaciones no Gubernamentales. Existen suficientes datos fidedignos como para realizar un balance parcial, justo y ponderado, de la gestión administrativa del gobierno del FMLN.

El desarrollo de la sociedad salvadoreña está caracterizado desde principios del siglo diecinueve por la desigualdad socio-económica y por una elevada cuota de pobreza y miseria. Según el informe PNUD 2010, aproximadamente el 30% de la población vive bajo los limites nacionales de pobreza, alrededor del 6% vive con menos de un 1,25 US$ al día. El desempleo y el subempleo afectan al 50% de la población laboral, sobre todo en el campo. Según el informe PNUD 2010, de 100 salvadoreños con capacidad laboral, 44 están subempleados y 7 no tienen trabajo. Solamente el 47,6% de las mujeres aptas para el trabajo tiene un empleo fijo. El promedio de los salvadoreños no alcanza a terminar la escuela primaria. El 40% de los enfermos no recibe asistencia médica y solamente el 20% goza de una u otra forma de seguridad social. El 68,9% de la población vive en condiciones habitacionales deplorables. El 21,3% de las viviendas no tiene agua potable y el 9% no tiene luz eléctrica. En el informe PNUD, que dicho sea de paso fue firmado por el candidato a la Presidencia por parte del FMLN, el antiguo comandante guerrillero y primer responsable de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL-FM) Salvador Sánchez Cerén (cp. Leonel González), se postula por un modelo nuevo de desarrollo capitalista. Esta es la realidad salvadoreña, más allá de la campaña electoral.

Si usted, apreciado lector, ha tenido la oportunidad de recorrer los bellos parajes de El Salvador de Norte a Sur, de Oriente a Occidente, habrá comprado que hay extensiones de tierras fértiles ociosas. Sin embargo, habrá constatado que el “Pulgarcito de América” está abarrotado de centros comerciales tan o más lujosos y elegantes – los famosos Malls norteamericanos – que ni siquiera en Berlín, Londres, Paris, Roma o Madrid los encontrará. Un cuadro surrealista de la época moderna neoliberal en El Salvador.

¿Cuáles son entonces las alternativas que tiene el pueblo salvadoreño? ¿Qué partido político puede impulsar una verdadera política socio-económica que solucione los problemas existenciales de las grandes mayorías? ¿Qué modelo capitalista puede ser socialmente justo?

Pero hay que considerar, que las cifras estadísticas y los números son relativos, puesto que siempre tienen un grado de contaminación. Más allá de los indicadores de pobreza y/o riqueza, más allá de las ideologías y economías políticas, lo más importante y decisivo durante la campaña electoral y sobre todo, en el momento de entregar el voto secreto, es si el ciudadano cree o no en las promesas planteadas por los partidos políticos. Es decir, el sufragio universal en El Salvador más que un derecho civil es un acto de fe.
En la lucha política como en la vida todo es relativo, incluso los conceptos de izquierda o derecha, pobreza o riqueza. Por eso cuando los súbditos guanacos le comentaron a Doña Oligarquía Salvadoreña que el pueblo tenía hambre y no tenía ni siquiera tortillas de maicillo para comer, ésta, altanera y socialmente desubicada, contestó: ¡Entonces que les den cemita de piña!

No son muchas las alternativas que tiene el pueblo salvadoreño: El FMLN (sólo o en alianza con la burguesía moderada y modernista) o el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Juan Pueblo tendrá que elegir el 2 de febrero del 2014 entre Salvador Sánchez Cerén, el ex comandante guerrillero o Norman Quijano, representante del sector ultraconservador de la clase dominante.


[1] Principio número siete
[2] Pandillas criminales

sábado, 3 de agosto de 2013

La pax americana o todo lo que el imperialismo norteamericano emprende para desplumar la paloma de la paz en América Latina

La impronta animal del imperialismo norteamericano
Cuarta y última parte


¿Ha visto Usted alguna vez, estimado lector, algún aligátor o cocodrilo bailando rock and roll o una cumbia barranquillera en algún circo?

Los cocodrilos de carne y hueso son reptiles depredadores que reaccionan impulsados única y exclusivamente por los instintos. Dichas bestias no se dejan domesticar. Provistos de un cerebro tan pequeño como una nuez, los cocodrilos o caimanes están capacitados para atacar de manera explosiva a su “victima”, sujetarla con sus feroces fauces y devorarla en un santiamén. Con un sentido auditivo extremadamente sensible que les permite escuchar “a escondidas” a sus “enemigos”– cualquier ser viviente u objeto inanimado –, los cocodrilos viven en permanente estado de vigilia. Son tantos los símiles que se podría encontrar entre el comportamiento animal del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y estos vertebrados, filogenéticamente más cercanos a las palomas que a las víboras, que sería necesario inventar una nueva rama de las ciencias políticas para profundizar su estudio. Por ejemplo: Teoría Política-Psicológica y Práctica Político-Zoológica del imperialismo norteamericano en la edad contemporánea.

¿Una exageración marxista?

En las estanterías de cualquier biblioteca municipal se puede encontrar abundante información al respecto y sí no le es suficiente, estimado internauta, allí, en la red global, están a su disposición los archivos virtuales. La historia política de los Estados Unidos de Norteamérica es la historia de guerras, intervenciones político-militares, destrucción y exterminio.

La historia comenzó en 1763 con la revolución “americana”, que culminó oficialmente el 4 de julio 1776, con la independencia de las trece colonias británicas en Norteamérica. No obstante, ante la negativa de Gran Bretaña de reconocer legalmente el acta de independencia, el bisoño “estado emancipado”, continuó guerreando hasta septiembre de 1783, fecha en que se firmó el acuerdo de paz entre las partes beligerantes. Pero el nuevo Estado independiente, en lugar de guardar los cañones y arcabuces en los polvorines de guerra y dedicarse a la reconstrucción y desarrollo pacífico de la nación norteamericana, comenzó con el exterminio sistemático de las comunidades indígenas y con la expropiación arbitraria de sus territorios. Este período histórico que duró de 1783 hasta 1890, es conocido como la “colonización del oeste” norteamericano, un desvergonzado eufemismo para explicar el genocidio de los pueblos indígenas. La matanza de indios se fue transformando en un entretenimiento para soldados y colonos. Ni siquiera las “pequeñas” y “grandes” guerras que estallaron durante el período de colonización, lograron interrumpir el genocidio. En 1812, la “pequeña” guerra contra Gran Bretaña y en 1817, contra la Corona española y los indios Seminolas en la península de La Florida. La “gran” guerra contra Méjico se desarrolló entre 1846-1848 y culminó con la ocupación yanqui de los territorios de Arizona, Nuevo Méjico y California. Sin pasar por alto que entre 1860 y 1865 se incrementó la esclavitud y estalló la guerra civil.

En el año 1890 concluyó oficialmente la guerra asimétrica contra la „nación indígena“. De esta inhumana manera, culminó el proceso de Colonización y “Civilización de los pueblos salvajes” por parte de los pioneros euro-norteamericanos. En el año 1898 estalló la guerra entre los Estados Unidos de Norteamérica y España, que finalizó con la conquista estadounidense de los territorios de Puerto Rico, Cuba y las Filipinas.
Años más tarde, 1914 y 1939, irrumpieron las guerras mundiales en Europa, en las cuales los Estados Unidos también intervinieron. El lanzamiento de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 agosto de 1945 es un ejemplo cruel e inolvidable de la brutalidad del imperialismo norteamericano, puesto que para ese entonces, el imperio japonés estaba ya derrotado. Después del conflicto bélico mundial, se sucedieron una tras otra las guerras de Corea, Vietnam, Irak y muchas otras más.
Esta es la triste historia sucinta de los Estados Unidos de Norteamérica, un imperio guerrero moderno, despiadado, cruel y sin parangón en la historia de la humanidad.

La reacción militar del imperialismo norteamericano en su “patio trasero” en los últimos cincuenta años.


Las intervenciones militares del gobierno de los Estados Unidos en América Latina han sido consideradas siempre una „causa justa“ por parte de – casi – todos sus presidentes, con la excepción de Jimmy Carter, cuyo gobierno nunca estuvo implicado en ninguna guerra ni sucia ni “limpia” en Latinoamérica.
Para el gusto de los generales del ejército norteamericano, todas las operaciones militares deberían llamarse “Causa justa”. No obstante, ese nombre se reservó para denominar la intervención militar en Panamá el 20 de diciembre de 1989. En dicha ocasión, 24000 marines entraron en la ciudad de Panamá con la intención de capturar al “malo de la película”, como ocurre en los largometrajes de Hollywood, – vivo o muerto[1] ––, y reestablecer la “paz” y “la democracia” en Panamá. El general Manuel Noriega fue hecho prisionero, después de una intensa búsqueda durante un par de días. Al parecer, los servicios de inteligencia no conocían con precisión las coordenadas del lugar donde se escondía el “Cara de Piña”, como se le apodaba al antiguo agente de la CIA. La intervención en Panamá no fue un caso aislado. Larga y variada es la lista de intervenciones militares norteamericanas en Latinoamérica. He aquí un par de ejemplos simbólicos.

Guatemala 1954. En el momento en que los intereses económicos de la United Fruit Company se vieron supuestamente en peligro debido a la reforma agraria planteada por Jacobo Arbenz Guzmán, el presidente constitucional guatemalteco, Dwight D. Eisenhower ni corto ni perezoso, ordenó la intervención militar inmediata en Guatemala. Jacobo Arbenz, cuya ideología podría considerarse en la actualidad como social-demócrata, fue catalogado de comunista y en su lugar se colocó al coronel Carlos Castillo Armas.

Cuba 1961: John F. Kennedy aprobó el plan de invasión de la CIA en bahía de Cochinos con el fin de derrocar al gobierno revolucionario. Más de 1500 mercenarios y cubanos exiliados desembarcaron el 17 de abril en playa Girón con la ayuda de la fuerza aérea y la marina de los Estados Unidos. Tres días más tarde, la intervención militar fue derrotada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigidas personalmente por el líder de la revolución cubana, Fidel Castro. Esta derrota militar significó un contundente desastre político-militar para la administración Kennedy. Desde entonces y por ende, existe el bloqueo político-económico-financiero contra la República Socialista de Cuba.

República Dominicana 1965: El 28 de abril desembarcaron en Santo Domingo más de 45000 soldados norteamericanos y restablecieron el “orden constitucional” a punta de fusil y bayoneta calada.

Santiago de Chile 1973: Golpe de Estado perpetrado el 11 de septiembre contra el gobierno de la Unidad Popular, presidido por Salvador Allende. El general Augusto Pinochet con la “venia imperial” de la administración Nixon-Kissinger impuso una dictadura militar que duró hasta 1989.

Granada 1983: El 25 de octubre desembarcaron en territorio granadino tropas norteamericanas. Este operativo militar llevó el nombre de Operation Urgent Fury.

Todas estas grandes operaciones militares y otras, como la operación Phoenix en Viet Nam 1967-1973, El Cañón Dorado en Trípolis y en Bengasi 1986 o la Tormenta del Desierto en Irak 1991 no se pueden ocultar a la opinión pública, debido a la dimensión y carácter de las mismas. Por el contrario, este tipo de operativos militares es presentado a los televidentes con todo lujo de detalles y en vía directa, por las distintas cadenas de televisión. No está de más recordar que la “guerra al alcance de todos los hogares”, aparte de ser un negocio redondo, es un instrumento manipulativo de adoctrinamiento y propaganda.

Pero, ¿qué sucede con aquellas acciones militares de pequeña o mediana envergadura, acerca de las cuales los medios de comunicación, ya sea por falta de información o por negligencia, guardan un silencio sepulcral? La guerra sucia de los Estados Unidos se lleva a cabo en silencio, off the air, detrás de las pantallas de cristal líquido o de plasma.

¿Qué ha hecho el gobierno de los Estados Unidos por la paz mundial desde el 4 de julio de 1776?


¡Retóricamente, mucho! ¡En la práctica muy poco! A pesar de esta cruda verdad, el ciudadano norteamericano común y corriente está convencido que el poder económico y militar de los Estados Unidos contribuye a garantizar la paz y la libertad de la humanidad entera.
Los Estados Unidos se consideran a sí mismos, desde la declaración de independencia en 1776 y por la divina gracia, como los verdaderos portadores de la paz y la concordia en la tierra. Sin embargo, cuando se investiga minuciosamente cada capítulo de la historia político-militar de esa poderosa y rica nación, se concluye irremediablemente que los políticos y gobernantes de los Estados Unidos de Norteamérica son, sin duda alguna, los Señores de la guerra.

No obstante, y a pesar de la adicción a la guerra del gigante del norte, la declaración de independencia de los revolucionarios norteamericanos de 1776 es digna de emulación.

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, demuestra el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y establecer nuevos resguardos para su futura seguridad. Tal ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; tal es ahora la necesidad que las obliga a reformar su anterior sistema de gobierno. La historia del actual Rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidos agravios y usurpaciones, encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una tiranía absoluta sobre estos estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo imparcial”.

Si los Estados Unidos concedieran los mismos derechos postulados por los próceres de la independencia norteamericana al resto de los pueblos del mundo y en especial de América Latina, entonces la paloma de la paz sí que tendría más oportunidades reales de anidar en todas las regiones del planeta. Desgraciadamente el imperialismo norteamericano está más empeñado, como se ha comprobado en este ensayo, en desplumar a la paloma de la paz en América Latina, que a protegerla y alimentarla.
Los Estados Unidos son los príncipes herederos del gran imperio británico.

¡De tal palo tal astilla!



[1] Operativos militares o paramilitares al estilo de Rambo o Django. Temas cinematográficos de ganancias pingües en la industria del celuloide.